Un ultrasonido prenatal (también llamado ecografía o sonograma) es una prueba no invasiva, que utiliza ondas sonoras para crear una imagen del bebé, la placenta y el útero, así como también de otros órganos que se encuentran el vientre de la madre.
La ecografía obstétrica se introdujo a finales de 1950 y se ha convertido en una herramienta de diagnóstico muy útil en Obstetricia.
Según destaca el doctor Roberto Rodríguez, en su monografía: “Introducción a las ecografías en el embarazo”, esta técnica de imagen es útil porque dependiendo del momento de la gestación se puede actuar de una forma determinada. La imagen que proporciona permite:
- Elegir el momento mejor para extraer al feto en un momento en que existe madurez suficiente, evitando el deterioro que supone mantener la gestación en algunas ocasiones especiales (crecimiento intrauterino retardado, uropatías, laparosquisis).
- Se puede planificar el tratamiento que va a necesitar el neonato y remitirle al hospital más adecuado y con el equipo médico necesario preparado para intervenir.
- Hay complicaciones que requieren una actuación urgente de carácter vital en el momento del parto. Si se conoce de antemano, se tomaran medidas oportunas.
- Algunas alteraciones se pueden resolver siendo guiados por la ecografía tratando al feto dentro del útero. Son ejemplo de estas situaciones la transfusión intrauterina en casos de incompatibilidad Rh, la coagulación láser de comunicaciones de vasos placentarios en embarazos gemelares con síndrome de transfusión feto-fetal (situación muy grave, con alto riesgo de muerte de los dos gemelos si no se lleva a cabo esta actuación), el drenaje de derrames pleurales, la colocación de un balón en la tráquea en casos de hernia diafragmática, etcétera.
- Hay anomalías muy importantes, muchas incompatibles con la vida extrauterina. En estos casos, dependiendo de la legislación de cada país, se puede optar por la interrupción del embarazo.
Es en estos últimos casos donde la llegada del Test Nace ha hecho una de las mayores aportaciones al diagnóstico prenatal no invasivo de los últimos tiempos. Gracias a su fiabilidad, y con una muestra de sangre de la madre, se puede conocer en menos de 72 horas si el feto padece o no Síndrome de Down, de Edwards o Patau. La seguridad de la prueba y su eficacia es de un 99,7% para el síndrome de Down. De hecho muchos especialistas la están recomendando ya como alternativa a la amniocentesis.
En los últimos 40 años se han llevado a cabo muchos estudios sobre la seguridad y fiabilidad de la ecografía en el embarazo, pero pese a la evolución de la tecnología el margen de error de la prueba, para establecer, por ejemplo, la edad gestacional se sitúa en el 8%, tal y como recoge un informe la revista Journal of Midwifery & Women’s Health .
El mismo informe señala como limitaciones de la ecografía que “su precisión depende en gran medida de la habilidad del técnico que realiza la prueba y de la calidad de las imágenes, por no mencionar el tamaño de la paciente o la posición fetal”.
La Asociación Americana de Ginecología y Obstetricia (ACOG, sus siglas en inglés) sólo recomienda una ecografía prenatal entre las semanas 18 a 20.
En España, lo normal es que la gestante se someta a tres de estas pruebas:
- La primera se realiza en las semanas 11–13 y sirve para ver la situación de la placenta, el número de fetos y el pliegue nucal (test combinado del primer trimestre).
- La segunda en la semana 18–20 para ver la formación de órganos y posibles anomalías de desarrollo.
- La tercera se hace entre la semana 33–34 para valorar el crecimiento fetal, detectar patología de placenta o líquido amniótico, o una malformación tardía (aunque estas se suelen diagnosticar en el anterior ultrasonido).